Durante la última década, América Latina ha experimentado cambios profundos pero, de igual forma, cambios de carácter disperso y desigual. En la mayoría de nuestros países, las diversas formas de movilización han generado fracturas en los sistemas políticos y económicos; además se han ampliado las opciones y variedades de los procesos democráticos. Se ha cuestionado, con mucho énfasis en las últimas décadas, al neoliberalismo como propuesta económica. A estos cambios se han incorporado transformaciones de tipo cultural; los movimientos, las propuestas de jóvenes, mujeres y de diferentes grupos sociales, han creado nuevos símbolos y nuevas formas organizativas, espacios de deliberación y propuestas de utopía. En este contexto, sin embargo, algunas estructuras económicas en nuestros países persisten y generan más de una interrogante.
Lo que está muy claro es que no queremos reproducir el neoliberalismo con todas sus aberraciones. Este es un sentir muy profundo en nuestros países latinoamericanos y especialmente en nuestra ciudad, Quito. Lo que hemos hecho han sido esfuerzos muy importantes para romper esos paradigmas desde la gestión y, también, para mostrar que una forma de gestión diferente desde lo público es posible.
Sabemos y conocemos cómo queremos caminar, aunque en diferentes ritmos y profundidades. En la mayoría de nuestros países, estamos reconstruyendo y fortaleciendo al Estado, un Estado que no reproduzca las taras del estatismo observado en las décadas los sesenta y setentas. Nos hemos planteado transformaciones estructurales ambiciosas como aquella relacionada con la transición de una economía basada en la exportación de bienes primarios hacia otra basada en el conocimiento y en el desarrollo científico técnico. Este horizonte sintetiza y expresa certezas de una época histórica cuyo poder radica en su capacidad para encender la imaginación y entusiasmar a la acción colectiva.
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Después de una década de innegables transformaciones económicas, políticas y culturales, los países latinoamericanos aun mantienen economías que reproducen viejas inercias y les impiden romper definitivamente con sus trayectorias históricas. No hemos encontrado todavía los nuevos caminos para replantear los anhelos colectivos que permitan superar las visiones convencionales del desarrollo a través de la acumulación capitalista. En América Latina, el ejercicio efectivo de la política económica mantiene una desconexión entre medios y fines, entre deseos y restricciones, entre expectativas y opciones.
En este contexto, las zonas económicas especiales, los parques industriales o las ciudades del conocimiento son alternativas de crecimiento y desarrollo que queremos implantar, como otras ciudades y países latinoamericanos lo hacen. Si bien no son inéditas, esas opciones pueden y deben adquirir nuevos contenidos y significantes; solo así podrán constituirse en verdaderas alternativas para alcanzar lo que siempre hemos anhelado. Precisamente, durante este seminario, nos adentraremos en los detalles, características y formas de funcionamiento de las zonas especiales y los parques industriales.
Es necesario entender que Quito está sufriendo una transición muy importante. La inauguración del Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre, que más allá de llegar a ser un medio de movilización de personas, se convertirá en un nodo de desarrollo y de nuevas relaciones económicas regionales que nos permitirán posesionar a Quito como región. De igual forma, el propio plan vial permitirá una interconexión regional del Distrito Metropolitano con el país, generando múltiples nodos de interconexión y circulación. Relacionado a lo anterior, se encuentra el Metro de Quito que, además de ser un proyecto importante del Sistema Integrado de Transporte Público, se convertirá en un referente nacional de desarrollo de sistemas innovadores de movilidad.
En este contexto, el debate de las zonas especiales, las zonas industriales y las zonas de conocimiento es trascendental principalmente porque, para poder operar todos estos grandes proyectos, necesitaremos capacidades desarrolladas que, en este momento, están en proceso de consolidación. El objetivo principal radica, justamente, en el hecho de calificar y cualificar mejor las capacidades de los ciudadanos del distrito.
A partir de estas precisiones, en lugar de atribuirme su exposición, quisiera enfatizar algunas apreciaciones que será posible profundizar en este seminario desde la experiencia de la gestión pública.
En América Latina, en los años sesenta, se difundieron las zonas especiales en su modalidad más simple de “zonas francas”. Desde ese entonces, las concepciones sobre el crecimiento económico y más aún sobre el desarrollo económico, han experimentado cambios sustantivos que obligan a ver a estos espacios como instrumentos que van más allá de la simple facilitación del comercio internacional, de la simple exoneración fiscal. Para visualizar el sentido de esta transformación, en este seminario, se abordarán casos específicos como aquellos del Estado de Sao Paulo en Brasil y Bogotá y Medellín en Colombia.
Pero además, en un seminario cuyo tema es “ciudades productivas en América Latina”, el Instituto de la Ciudad ha decidido incluir una conferencia comparativa sobre las zonas económicas especiales en China, India y Corea. Aunque parecería romper con el carácter regional del seminario, ésta decisión es acertada. Se requiere tomar perspectiva y ampliar nuestra apreciación sobre las potencialidades y limitaciones de aquellos instrumentos y, de esa manera, acometer las interrogantes sobre cómo alcanzar las ciudades que queremos.
Y esto, porque confesamente o no, los formuladores de política, los funcionarios públicos y los empresarios privados han convertido a los países asiáticos en los nuevos referentes para sus estrategias macroeconómicas y para sus decisiones microeconómicas. Buena parte del atractivo ejercido por China, India o Corea está relacionado con la contribución efectuada por sus zonas económicas especiales al logro de objetivos como aumentar el producto interno bruto, crear nuevas plazas de empleo, facilitar el acceso a la tecnología e, incluso, generar ingresos para combatir la pobreza. Desde su distancia geográfica y cultural, China, India o Corea levantan ilusiones que alimentan las expectativas latinoamericanas; sin embargo, éstas deben ser ubicadas, analizadas y discutidas en su justa dimensión.
En el Distrito Metropolitano de Quito hemos asumido retos muy importantes, sobretodo porque somos un referente y porque tenemos unos indicadores que nos convierten en una ciudad que es distinta y que presenta muchos contrastes con respecto al país y la región. Estas características nos harían pensar que nuestra gestión y nuestra forma de relacionamiento con el resto del mundo tienen ventajas. En definitiva, –además de las altas coberturas de los servicios básicos de agua potable, alcantarillado y recolección de residuos sólidos–, la configuración económica del Distrito Metropolitano de Quito le otorga el carácter de un nodo de desarrollo económico al concentrar el mayor número de industrias y, también, de pequeñas empresas; ésta circunstancia convierte a la ciudad en un espacio en el cual es posible discutir sobre los distintos tipos de zonas económicas especiales.
En circunstancias de una crisis económica mundial que nos amenaza con múltiples restricciones, se torna impostergable el análisis multidisciplinario de nuestras estructuras y procesos históricos. Sin apreciar lo que hemos sido y somos, no podremos plantearnos “soñar con los pies bien plantados en la tierra”. Hay ya indicios halagadores.
Como puede apreciarse en el último censo económico, Quito es una ciudad donde la estructura productiva es diversificada, la generación de empleo es apreciable y la contribución fiscal es notoria. Desde hace décadas, nuestra ciudad es productiva…¡y produce distribuyendo! Por ello, y a pesar de las crisis de los diversos modelos económicos aplicados en Ecuador, hemos logrado consolidar un espacio de convivencia urbana que no presenta los niveles de desigualdad, pobreza y exclusión observables en otras ciudades latinoamericanas, política y económicamente importantes.
En el Distrito Metropolitano de Quito, los nuevos proyectos empresariales deben preservar ese legado histórico. Las diversas modalidades de zonas económicas especiales deben ser concebidas e implementadas como oportunidades para avanzar hacia una mayor y mejor diversificación económica, una mayor y mejor profundización del tejido productivo; a una mayor y mejor inclusión de los ciudadanos en los ámbitos decisionales. Por tanto hay que exigir una correspondencia estricta entre los medios y fines de la política económica, entre una modernización productiva y la justicia social, pues caso contrario no tiene sentido siquiera regresar a mirar, peor intentar emular, otras experiencias asiáticas o latinoamericanas.
En el Distrito Metropolitano de Quito, las zonas especiales deben ser creadas como catalizadores para la transformación económica, política y cultural integral de toda la región. No deben ser simples aglomeraciones de empresas levantadas con base a privilegios que se construyen con recursos públicos o sacrificios fiscales.
Con la conformación de zonas económicas especiales o parques industriales buscamos juntar aquello que dispersa el funcionamiento espontáneo del capitalismo periférico. Buscamos facilitar paulatinamente el surgimiento de prácticas económicas, políticas y culturales que conduzcan a la creación de nuevas generaciones de empresarios, trabajadores, funcionarios y ciudadanos.
Para nosotros, hablar de “ciudades productivas” es, en definitiva, hablar de cómo la sociedad se teje, se construye a sí misma a partir de la transformación de sus fundamentos materiales de existencia. Gestar colectivamente el futuro requiere deliberación pública, democrática, informada y crítica. A esta tarea nos convocamos y les invitamos.
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